Elena G. de White

El objeto de la disciplina es educar al niño para que se gobierne solo. Se le debería enseñar la confianza en sí mismo y el dominio propio. Por lo tanto, tan pronto como sea capaz de comprender, se debería alistar su razón de parte de la obediencia. Procurad que todo el trato con él muestre que la obediencia es justa y razonable. Ayudadle a ver que todas las cosas están sujetas a leyes y que la desobediencia conduce, al fin, al desastre y el sufrimiento. Cuando Dios prohíbe una cosa nos amonesta, en su amor, contra las consecuencias de la desobediencia a fin de salvarnos de daños y pérdidas.

Solo se logra el verdadero objeto del reproche cuando se induce al transgresor a ver su falta y se prepara su voluntad para su corrección. Obtenido esto, indíquesele la fuente del perdón y poder.

Los que educan a sus alumnos para que sientan que reside en sí mismos el poder de llegar a ser hombres y mujeres de honra y utilidad, serán los que tendrán un éxito más permanente.

Corregir los malos hábitos, las malas inclinaciones y tendencias

Es obra de los padres restringir, guiar y controlar. No pueden cometer un mal peor que permitir que sus hijos satisfagan todos sus deseos y fantasías pueriles, y dejarlos que sigan sus propias inclinaciones; no les pueden hacer un mal peor que dejar en su mente la impresión que deben vivir para agradarse a sí mismos y divertirse, para seguir sus propias inclinaciones y buscar sus propios placeres y compañías… Los jóvenes necesitan padres que los eduquen y disciplinen, que les corrijan sus malos hábitos e inclinaciones y poden sus malas tendencias.

Madres, el destino de vuestros hijos descansa en gran medida en vuestras manos. Si no cumplís vuestro deber, podéis colocarlos en las filas de Satanás y hacerlos sus agentes para arruinar otras almas. O vuestra fiel disciplina y ejemplo piadoso pueden conducirlos a Cristo, y ellos a su vez influirán en otros, y así se salvarán muchas almas por vuestro medio.

Enseñar el respeto a las autoridades divina y paterna

Los hijos […] debieran ser preparados, educados y disciplinados hasta que lleguen a ser obedientes a sus padres, respetando su autoridad. En esta forma el respeto a la autoridad divina será implantado en su corazón y la educación de la familia será como una escuela preparatoria para la familia celestial. La educación de los niños y jóvenes debiera ser de tal carácter que los hijos estén preparados para asumir sus deberes religiosos y quedar así preparados para entrar en las cortes celestiales.

El que es la fuente de todo conocimiento ha fijado las condiciones de nuestra idoneidad para entrar en el cielo de los bienaventurados con estas palabras: “Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad”. La obediencia a los mandamientos de Dios es el precio del cielo, y la obediencia a los padres en el Señor es la lección importantísima que deben aprender los hijos.

Isaac queda atado por las manos temblorosas y amantes de su padre compasivo, porque Dios lo ha dicho. El hijo se somete al sacrificio, porque cree en la integridad de su padre… Este acto de fe de Abrahán ha sido registrado para nuestro beneficio. Nos enseña la gran lección de confiar en los requerimientos de Dios, por severos y crueles que parezcan; y enseña a los hijos a someterse enteramente a sus padres y a Dios. Por la obediencia de Abrahán se nos enseña que nada es demasiado precioso para darlo a Dios.

Los jóvenes responden a la confianza

Debe impresionarse a los jóvenes con la idea de que se les tiene confianza. Tienen un sentido del honor y quieren ser respetados, y en esto están en su derecho. Si los alumnos reciben la impresión de que no pueden ni salir ni entrar, sentarse a la mesa o estar en cualquier lugar, aun en sus habitaciones, a menos que se los vigile, un ojo crítico esté sobre ellos para criticar y delatarlos, esto tendrá la influencia de desmoralizarlos y un pasatiempo no les proporcionará placer. Este conocimiento de una vigilancia continua es más que una tutoría paternal y mucho peor; pues los padres prudentes, mediante el tacto, con frecuencia pueden discernir debajo de la superficie y ver la obra de la mente inquieta por debajo de los anhelos de la juventud, o bajo las fuerzas de las tentaciones, y pueden hacer sus planes para trabajar contrarrestando los males. Pero esta vigilancia continua no es natural y produce los males que está procurando evitar. La salud de los jóvenes requiere ejercicio, alegría y una atmósfera feliz y agradable que los rodee para el desarrollo de la salud física y del carácter simétrico.

En muchas familias, los niños parecen bien educados, mientras están bajo la disciplina y el adiestramiento; pero cuando el sistema que los sujetó a reglas fijas se quebranta, parecen incapaces de pensar, actuar y decidir por su cuenta. Estos niños han estado durante tanto tiempo bajo una regla férrea sin que se les permitiera pensar o actuar por su cuenta en lo que les correspondía, que no tienen confianza en sí mismos para obrar de acuerdo con su propio juicio u opinión. Y cuando se apartan de sus padres para actuar por su cuenta, el juicio ajeno los conduce en dirección equivocada. No tienen estabilidad de carácter. No se les ha hecho depender de su propio juicio a medida que era posible, por lo tanto su mente no se ha desarrollado ni fortalecido debidamente. Han estado durante tanto tiempo absolutamente controlados por sus padres, que fían completamente en ellos; sus padres son para ellos mente y juicio. 

Por otro lado, no se debe dejar a los jóvenes que piensen y actúen independientemente del juicio de sus padres y maestros. Debe enseñárseles a los niños a respetar el juicio experimentado y a ser guiados por sus padres y maestros. Se los debe educar de tal manera que sus mentes estén unidas con las de sus padres y maestros, y se los ha de instruir para que comprendan lo conveniente que es escuchar sus consejos. Entonces, cuando se aparten de la mano guiadora de sus padres y maestros, su carácter no será como el junco que tiembla al viento.

En el caso de que no se les enseñe a los jóvenes a pensar debidamente y actuar por su cuenta, en la medida en que lo permita su capacidad e inclinación mental, a fin de que por este medio pueda desarrollarse su pensamiento, su sentido de respeto propio, y su confianza en su propia capacidad de obrar, el adiestramiento severo producirá siempre una clase de seres débiles en fuerza mental y moral. Y cuando se hallen en el mundo para actuar por su cuenta, revelarán el hecho de que fueron adiestrados como los animales, y no educados. Su voluntad, en vez de ser guiada, fue forzada a someterse por la dura disciplina de padres y maestros.

Los malos resultados cuando una mente domina a otra

Aquellos padres y maestros que se jactan de ejercer el dominio completo de la mente y la voluntad de los niños que están bajo su cuidado, dejarían de jactarse si pudiesen ver la vida futura de los niños así dominados por la fuerza o el temor. Carecen casi completamente de preparación para compartir las severas responsabilidades de la vida. Cuando estos jóvenes ya no estén bajo el cuidado de sus padres y maestros, y estén obligados a pensar y actuar por su cuenta, es casi seguro que seguirán una conducta errónea y cederán al poder de la tentación. No tienen éxito en esta vida; y se advierten las mismas deficiencias en su vida religiosa. Si los instructores de los niños y los jóvenes pudiesen ver desplegados delante de ellos el resultado futuro de su disciplina errónea, cambiarían su plan de educación. Esa clase de maestros que se congratulan de dominar casi por completo la voluntad de sus alumnos, no son los que tienen más éxito, aunque momentáneamente las apariencias sean halagadoras.

Dios no quiso nunca que una mente humana estuviese bajo el dominio completo de otra. Los que se esfuerzan porque la individualidad de sus alumnos se funda en la suya, para ser mente, voluntad y conciencia de ellos, asumen terribles responsabilidades. Estos alumnos pueden, en ciertas ocasiones, parecerse a soldados bien adiestrados. Pero, cuando se elimine la restricción, no actuarán en forma independiente, basados en principios firmes que existan en ellos.

Se requieren habilidad y paciente esfuerzo para modelar a los jóvenes en la forma correcta. Especialmente, los niños que han venido al mundo cargados con una herencia de mal, como resultado directo de los pecados de sus padres, necesitan muchísimo la más cuidadosa cultura para desarrollar y fortalecer sus facultades morales e intelectuales. Y la responsabilidad de los padres es ciertamente difícil. Han de restringirse cuidadosamente las malas tendencias y deben reprocharse tiernamente; ha de estimularse la mente en favor de lo correcto. Debiera animarse al niño para que logre gobernarse a sí mismo. Y esto ha de hacerse juiciosamente, pues podría frustrarse el propósito deseado.

Este artículo forma parte de la 6ta edición del 2021 de la Revista Enfoque de Nuestro Tiempo, adquiérela aquí.